El Oscuro Encanto de la Tuberculosis: La Epidemia de ‘Belleza’ del Siglo XIX

¿Sabías que en el siglo XIX, tener tuberculosis era considerado un estándar de belleza? Durante la mitad de este siglo, se vivió una epidemia de tuberculosis, específicamente en la época victoriana, que se conoció como «la gran peste blanca». Pero, ¿qué tenía de atractivo esta enfermedad?

 

La tuberculosis, que causaba una pérdida de color y una tez pálida, creaba una apariencia que muchas mujeres anhelaban. La extrema delgadez, la falta de apetito, la piel blanca, los ojos dilatados, el rubor en las mejillas debido a la fiebre y la debilidad corporal eran características deseadas. Cuanto más pareciera que te estabas muriendo, más bonita eras según los estándares de la época.

 

Esta obsesión por la enfermedad influyó en la industria de la belleza de la época. Para lograr una piel pálida, los polvos faciales contenían arsénico, lo que, con el tiempo, se descubrió que causaba cáncer de piel. Para agrandar los ojos, las mujeres usaban gotas de belladona, que tenían efectos secundarios como la ceguera. Incluso los corsés se diseñaban para imitar la delgadez extrema.

 

La sociedad tendía a creer que los cuerpos de las mujeres debían seguir tendencias y transformarse continuamente. Sin embargo, estos extremos de «belleza» eran peligrosos y, en última instancia, letales.

 

Este fenómeno no es único en la historia. En la década de 1990, surgió la tendencia «heroin chic», que también glorificaba la delgadez extrema y la apariencia enfermiza. Estas tendencias son un recordatorio de cómo la percepción de la belleza puede llegar a extremos peligrosos y cómo las normas cambian con el tiempo.

 

La historia nos enseña a cuestionar las nociones de belleza y a valorar la salud y el bienestar por encima de los estándares de apariencia poco saludables.

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