La Vergonzosa Historia de la Esterilización Compulsiva en los Estados Unidos
A principios del siglo XX, Estados Unidos se vio sumido en una preocupante era de esterilización compulsiva, marcada por la obsesión por la pureza racial y la preocupación por la «degeneración» de la especie humana. Esto resultó en la promulgación de leyes que permitían la esterilización forzada de individuos catalogados como «anormales» en términos físicos, mentales y sociales, impactando cruelmente a miles de personas en todo el país.
En 1907, Indiana se convirtió en el primer lugar del mundo en autorizar la esterilización compulsiva, inaugurando un sombrío capítulo en la historia de los derechos humanos. Esta ley facultaba a las autoridades estatales para determinar la esterilización de individuos considerados «inadecuados». Con el tiempo, esta política se expandió a otros estados, y para 1942, cuarenta mil pacientes de hospitales públicos en 27 estados de EE. UU. habían sido sometidos a la esterilización forzada.
Las víctimas eran predominantemente personas extremadamente pobres, incluyendo afroamericanos, puertorriqueños y nativos americanos. A menudo, se las sometía a esta cruel práctica sin su consentimiento informado, privandoles de la capacidad de tener hijos en el futuro.
La «Human Betterment Foundation», una organización que afirmaba promover la «salvación de la especie», recibía cartas desesperadas de personas buscando evitar la esterilización. En estas cartas se encontraban testimonios desgarradores de individuos preocupados por su apariencia o discapacidades. La política de esterilización afectó profundamente a las personas, llevándolas a temer el matrimonio o la maternidad debido a la estigmatización de sus características consideradas «anormales».
Uno de los impulsores de estas políticas, Harry Laughlin, recibió un doctorado honoris causa en la Universidad de Heidelberg en 1936 por su contribución a la causa de la ingeniería racial del Reich nazi, a pesar de que él mismo ocultaba ser epiléptico. Su obsesión contra las personas epilépticas es irónica y perturbadora.
Aunque estas políticas finalmente fueron abandonadas y condenadas, dejan una cicatriz dolorosa en la historia de Estados Unidos. Sirven como un escalofriante recordatorio de los peligros de buscar la perfección a expensas de los derechos humanos y resaltan la importancia de respetar la diversidad y la dignidad de todas las personas, independientemente de su apariencia o condición.