El Incesto en la Realeza: Un Oscuro Pasado
La práctica del incesto, también conocida como endogamia, fue un fenómeno sorprendentemente común en la realeza de siglos pasados. Aunque puede parecer extraño a los estándares actuales, era una forma de mantener la «pureza» de la sangre real y fortalecer la línea de sucesión. Sin embargo, detrás de esta práctica se escondían graves consecuencias.
El incesto implica relaciones sexuales entre personas con lazos de sangre, como hermanos, padres e hijos, o primos de primer grado. Desde una perspectiva biológica, esta práctica pone en riesgo la supervivencia de la especie humana, ya que aumenta el riesgo de enfermedades genéticas en la descendencia, lo que puede llevar a una muerte prematura.
Uno de los ejemplos más notorios de incesto en la realeza es el del faraón egipcio Tutankamón. Este gobernante fue producto de la unión entre hermanos, una práctica que estaba arraigada en la tradición real egipcia. Tutankamón sufrió graves problemas de salud a lo largo de su vida, con huesos de los pies inservibles y una espina dorsal deformada. Su matrimonio con su media hermana resultó en dos hijas que murieron poco después de nacer.
La realeza europea tampoco escapó de esta práctica. La familia Habsburgo de España, parte de la realeza europea, sufrió una decadencia debido a la endogamia. De los 11 matrimonios celebrados, 9 fueron incestuosos. Esto llevó a gobernantes incapaces y una descendencia marcada por problemas de salud, deformidades y retrasos cognitivos. El último heredero, Carlos II, apodado «El Hechizado», sufrió graves problemas de salud y dificultades en el habla, lo que llevó a creencias en brujería. Su muerte a los 38 años sin descendencia marcó el triste final de esta monarquía.
La historia de la realeza y el incesto es un recordatorio oscuro de las prácticas pasadas y las consecuencias devastadoras que a menudo las acompañaban. Afortunadamente, la evolución de la sociedad y las normas culturales han dejado atrás esta práctica.